domingo, 19 de diciembre de 2010

¡Mi apestosa vida va mejorando!

"El Quijote de la Mancha" (Miguel de Cervantes), "Cien años de Soledad", "Vivir para contarla", "Noticia de un secuestro"  (Gabriel García Márquez), "Gabriel García Márquez, Una vida" (Gerald Martin), "Breve historia del mundo", "Breve historia de la cultura", Historia del arte" (Ernst Gombrich), "El código DaVinci", "Ángeles y demonios" (Dan Brown), "Los hombres que no amaban a las mujeres", "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina" (Stieg Larson), la saga de 7 libros de "Los reyes malditos" (Maurice Druon), "El nombre de la rosa" (Umberto Eco), "Ensayo sobre la ceguera" (José Saramago), "La Metamorfosis" (Franz Kafka), "Casi toda la verdad" (Maria Isabel Rueda), "Mi fuga hacia la libertad" (John Pinchao), "Años en silencio" (Oscar Tulio Lizcano), "La sangre Dorada de los Borgia" (Francoise Sagan, Etienne de Monpezat, Jacques Quoirez).
Veintiseis libros en total, ése fué mi consumo literario en 2010, ni la mitad de lo que leía en mis buenas épocas, pero no está mal para empezar, y además, teniendo en cuenta la presbicia que ya acecha! Qué lástima de tantos años perdiendo el tiempo, trabajando como un burro para sacar adelante a mi familia, pero al mismo tiempo inmerso en malos hábitos que me hacían daño a mí y a quienes me rodeaban. Aunque no soy una mala persona, mi familia no recuerda nada de lo bueno, sólo lo malo, pero eso es sólo mi culpa, de nadie más. En 2010 abandoné los malos hábitos, me quiero más a mi mismo, trabajo mejor, ayudo mejor a los demás, salvo más vidas (comenzando por la mía).
Algunos amigos me dicen: "¿Como hace un médico para trabajar de Lunes a Sábado, mañana y tarde, y sacar tiempo para leer tanto?", y yo les respondo, recordando un frase de Confucio: "No es que no tengamos tiempo, sino que perdemos mucho".
Espero que éstos primeros 26 libros de mi onueva etapa sean sólo el comienzo en éste proceso de mejoramiento de mi apestosa vida, para que mis hijos, algún día, tengan un mejor recuerdo de su padre.

Abrazos

El Caminante

lunes, 13 de septiembre de 2010

El discurso del Camarlengo

Es posible que la ciencia haya aliviado las desdichas de la enfermedad y el trabajo extenuante, y creado toda una serie de aparatos destinados a divertirnos y aumentar nuestra comodidad, pero nos ha dejado en un mundo sin prodigios. Nuestras puestas de sol se han reducido a  longitudes de onda y frecuencias. Las complejidades del universo han sido destripadas en ecuaciones matemáticas. Hasta nuestra valoración como seres humanos ha sido destruída. La ciencia afirma que el planeta tierra y sus habitantes son puntos sin importancia en el gran esquema de las cosas. Un accidente cósmico. Hasta la tecnología que promete unirnos nos divide. Cda uno de nosotros puede estar conectado electrónicamente con el resto del globo, pero nos sentimos totalmente solos. Nos bombardean la violencia, la división, la fractura y la traición. El escepticismo se ha convertido en una virtud. El cinismo y la exigencia de pruebas han devenido pensamiento esclarecido. ¿Acaso sorprende que los humanos se sientan ahora mmás deprimidos y derrotados que en cualquier momento de la historia de la humanidad? ¿Defiende la ciencia algo sagrado? La ciencia busca respuestas en fetos nonatos. Hasta presume de manipular nuestro ADN. Desmonta el mundo de Dios en piezas cada vez más pequeñas, en busca de un significado... y sólo encuentra más preguntas. La voz del hombre estaba teñida de tristeza y convicción.
-La vieja guerra entre ciencia y religión ha terminado- dijo el camarlengo-. Han ganado. Pero no han ganado justamente. No han ganado proporcionando respuestas. Han ganado convenciendo a nuestra sociedad de que, verdades consideradas como inmutables ahora parecen inaplicables. La religión no puede mantenerse a la altura. El crecimiento de la ciencia es geométrico. Se alimenta de sí mismo como un virus. Cada nuevo descubrimiento abre las puertas de un nuevo descubrimiento. La humanidad necesitó miles de años para progresar desde la rueda al cche. No obstante, sólo transcurrieron décadas desde el coche hasta la nave espacial. Ahora, medimos el progreso científico en semanas. Estamos girando sin control. El abismo entre nosotros se ensancha cada día más, y la religión queda abandonada, la gente está sumida en un vacío espiritual. Pedimos a gritos respuestas. Lo digo en un sentido literal, créanme. Vemos ovnis, nos dedicamos a zapear, nos ponemos en contacto con espíritus, experiencias extrasensoriales, búsquedas mentales, ... Todas estas ideas excéntricas poseen un barniz científico, pero son desvergonzadamente irracionales. Constituyen el grito desesperado del alma moderna, solitaria y atormentada, tullida por su esclarecimiento y su incapacidad de aceptar significado en nada que no esté relacionado con la tecnología.
El camarlengo hablaba sin retórica ni vitriolo. Nada de referencias a Jesucristo o a las Sagradas Escrituras. En un mundo de apatía, cinismo y deificación tecnológica, hombres como el camarlengo, seres realistas capaces de hablar con sinceridad, eran la única esperanza de la iglesia.
El camarlengo redobló su vehemencia.
-La ciencia nos salvará, dicen ustedews. Yo digo que la ciencia nos ha destruído. Desde los tiempos de Galileo, la iglesia ha intentado aminorar la velocidad de la marcha inexorable de la ciencia, a veces con medios descarriados, pero siempre con buenas intenciones. Aún así las tentaciones son demasiado grandes para que los hombres opongan resistencia. Miren a su alrededor. No se han cumplido las promesas de la ciencia. Las promesas de eficacia y sencillez no han traído más que contaminación y caos. Somos una especie fracturada y frenética...que avanza por el sendero de la destrucción.
¿Quien es éste  Dios de la ciencia? ¿Quien es el Dios que ofrece a su pueblo poder, pero no un marco moral para utilizar este poder? ¿Qué clase de Dios da fuego a un niño pero no le advierte de los peligros que conlleva? El idioma de la ciencia carece de indicadores del bien o del mal  Hay tratados científicos que enseñan a crear una reacción en cadena, pero no contienen ningún capítulo en que se pregunte si es una idea buena o mala.
Digo esto a la ciencia y a los científicos. La iglesia está cansada. Estamos hartos de intentar ser sus guías. Nuestros recursos se están agotando, por culpa de la publicidad que dice que ustedes son la voz del equilibrio, mientras continúan su ciega carrera en pos de chips cada vez más pequeños y beneficios cada vez más grandes. No preguntamos porqué no ejercen el más mínimo autocontrol, porque se trata de una tarea imposible. Su mundo se mueve con tal celeridad que, si se detienen siquiera un instante para meditar en las implicaciones de sus actos, alguien más eficiente les borrará de un plumazo. En consecuencia, siguen adelante. Construyen armas de destrucción masiva sin conocimiento, pero es el Papa quien viaja por el mundo para aconsejar prudencia a sus líderes. Clonan seres vivos, pero es la iglesia quien nos recuerda que pensemos en las implicaciones morales de nuestros actos. Animan a la gente a comunicarse  mediante teléfonos, pantallas de video y ordenadores, pero es la iglesia quien abre sus puertas y nos recuerda que hemos de comunicarnos en persona, como debe ser. Hasta asesinan niños nonatos en nombre de la i nvestigación que salvará vidas. Una vez más, es la iglesia la que denuncia la falacia de este razonamiento.
Y mientras tanto, proclaman la ignorancia de la iglesia. Pero ¿quién es más ignorante, el hombre incapaz de definir el relámpago, o el hombre que no respeta su asombroso poder? La iglesia intenta tenderles la mano. A todo el mundo.Pero cuanto más nos esforzamos, más nos rechazan. Muéstrennos la prueba de que Dios existe, dicen. ¡Usen sus telescopios para explorar el universo, y explíquenme cómo es posible que Dios no exista, digo yo! -Los ojos del camarlengo se habían inundado de lágrimas. -Preguntan cuál es el aspecto de Dios. ¿De donde sale esta pregunta, digo yo? La respuesta es la misma. ¿Es que no ven a Dios en su ciencia? ¿Como es posible tanta ceguera? Proclaman que hasta el más ínfimo cambio en la fuerza de la gravedad, o el peso de un átomo, bastaría para haber convertido nuestro universo en una sopa carente de vida, en lugar de nuestro magnífico mar de cuerpos celestiales, ¿y aún no ven la mano de Dios en esto? ¿En verdad es mucho más fácil creer que elegimos la carta correcta en una baraja de miles de millones? ¿La bancarrota espiritual es tan absoluta que preferimos creer en una imposibilidad matemática antes que en un poder más grande que nosotros?
Crean o no en Dios -dijo el camarlengo con voz decidida-, tienen que creer en esto. Cuando, como especie, abandonamos nuestra confianza en un ser poder mayor que nosotros, abandonamos nuestro sentido de la responsabilidad. La fe, todas las fes..., son advertencias de que existe algo que no podemos comprender, algo de lo que somos responsables... Con fe, somos responsables los unos de los otros, de nosotros mismos, y de una verdad más elevada. La religión tiene sus defectos, pero sólo porque el hombre tiene defectos.  Angeles y Demonios.  Dan Brown.

Aunque al final de la historia, el camarlengo resultó ser el malo, a mí personalmente me impactó este parlamento, y en buena parte, lo comparto. Aunque soy médico y defiendo el método científico, también creo en Dios, y no creo que sólo seamos pura química y biología. No creo que la curiosisdad y las inquietudes filosóficas sean pura bioquímica y neurotransmisores. ¡A otro con ese cuento!
Y el que tenga oidos, que oiga.

El Caminante  

domingo, 12 de septiembre de 2010

Los actos y sus consecuencias

"Tuve yo la culpa, lloraba y era verdad, no se podía negar, pero también es cierto, si eso le sirve de consuelo, que si antes de cada acción pudiésemos prever todas sus consecuencias, nos pusiésemos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias inmediatas, después, las probables, más tarde las posibles, luego las imaginables, no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos. Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no estaremos aquí para poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdón, hay quien dice que esto es la inmortalidad de la que tanto se habla".  Ensayo sobre la ceguera, José Saramago, 1922-2010.
¡Sencillamente, brillante!! Y eso que tenía mas de 80 años cuando lo escribió, pero era el cerebro más lúcido que yo haya percibido entre muchos escritores que he leído.
Y el que tenga oidos, que oiga!

El Caminante

martes, 20 de julio de 2010

El único suicidio valioso

El suicidio es la única decisión que no tiene reversa, no solo en el mundo material, sino también en el mundo espiritual. Quien se suicida, le está diciendo al creador que renuncia a todo, renuncia a evolucionar, renuncia a ser feliz, renuncia a equivocarse, renuncia a perdonar y ser perdonado, renuncia a la oportunidad que la vida brinda para recomponer sus caminos y sanar sus malos hábitos y conductas, deja una herida profunda y una pregunta sin respuesta a los seres que amó y que lo amaron. Yo creo que si un suicida fué un hombre justo y bondadoso en vida, eso podría ser un atenuante en las consecuencias cósmicas de ese acto, pero, sin duda, el suicidio es un retroceso gigantesco en términos de evolución espiritual. Lo de menos es dejar de existir en el mundo material, lo trascendental es que se corre el riesgo de dejar de existir como ente espiritual con individualidad de personalidad, y simplemente, extinguirse, como se extingue individualmente una gota de agua que regresa al océano, regresa a su origen y deja de existir como unidad.
El único suicidio valioso es aquel que se comete pensando en el bien común y en el bien de los demás, y hay que ser muy valiente para tomar una decisión así. Hoy traigo un ejemplo que siempre me ha impactado, desde que lo conocí en las clases de historia en el colegio, me marcó, y hoy lo recuerdo, aprovechando que, precisamente hoy, se celebrfa el bicentenario de la independencia de mi amada Colombia.
Antonio Ricaurte fué un militar colombiano nacido en 1786, distinguido por su valentía y entrega en distintos actos de guerra. Este señor murió en 1814 en el combate entre las fuerzas de Simón Bolívar y las del español Boves en San Mateo (Venezuela). El combate era arduo y la victoria incierta. Los españoloes estaban a punto de apoderarse de un polvorín-armería, y, de lograrlo, todo estaría perdido para el ejército de Bolívar. Ricaurte, comprendiendo que la salvación del ejército patriota dependía de la posesión de aquel depósito, no vaciló un segundo, y prendió fuego al polvorín, y en la explosión murieron él y 800 de los asaltantes españoles, huyendo el resto. Bolívar, quien fué testigo presencial del hecho, dijo, hablando de la heroicidad del joven oficial: "¿Que hay de semejante en la historia a la muerte de Ricaurte? Este suicidio para salvar a la patria,al ejército y a mí, sin más esperanza que el amor a la independencia y a la libertad, es un acto digno de cantarse por los genios más ilustres, para que lo conozcan todos." 

martes, 9 de marzo de 2010

Comunismo vs Capitalismo

Los conocidos como “mamertos” (término muy colombiano pero aplicable a algunos países latinoamericanos) son los partidarios del socialismo de la “línea dura”, dogmáticos, sectarios y de posiciones radicales. En algunos países latinoamericanos, los miembros de este tipo de socialismo recalcitrante, tienen una larga trayectoria de colaboración, muchas veces “oportunista” con otros partidos y/o gobiernos “reformistas” y “burgueses”. Siempre sospechan de quienes estén en contra de sus rancias doctrinas, se guardan información para ellos así esta sea de utilidad común, se ciñen siempre a las doctrinas soviéticas del siglo 20 con igual retórica. Les gusta sabotear las iniciativas del gobierno de turno, ya que nunca están de acuerdo con nada que éste último proponga. Sin duda las sociedades capitalistas, aunque también imperfectas, están más cerca de cumplir los ideales de humanismo que el infausto comunismo Marxista-Leninista del siglo pasado.


En el capitalismo, con todos sus defectos se respira libertad, así sea relativa; no en vano, Noam Chomsky anda a sus anchas por la academia “Yanki”, mientras que los disidentes de los sistemas comunistas como actualmente son Venezuela y Cuba languidecen en las cárceles del Marxismo. Es por eso que cuando un cubano ve un neumático, enseguida siente esas ganas irresistibles de escapar del “paraíso” de Fidel.

El capitalismo, claro, no es todo un jardín de rosas: hay ambición, avaricia, competencia desigual, lucha por el espacio, afán por el éxito y codicia sin freno. Los ricos tienen oportunidades que no tienen los pobres, pero en el comunismo, solo hay pobres. En el capitalismo, de pronto la riqueza está mal repartida, pero en el comunismo, la pobreza y la miseria están milimétricamente repartidas, si trabajas o te esfuerzas más, de todas formas vas a ganar el mismo salario indigno; esta última es la razón por la que los sistemas comunistas nunca han tenido precisamente las mejores industrias ni la mejor tecnología, porque a nadie le interesa ser cada vez mejor, ¿Para qué??

La juventud, es normal, se siente atraída por ese halo místico del socialismo, de la igualdad y la justicia social. Ese socialismo atrae a hombres y jóvenes de buena voluntad. Esta faceta permitió al Ché Guevara remplazar a Jesús en las paredes de los seminaristas educados en el evangelio en los años 60 en medio de la efervescencia de los movimientos libertarios de una época crítica, en la que las dictaduras militares pululaban en España y Latinoamérica (Odría en Perú, Somoza en Nicaragua, Castillo-Armas en Guatemala, Trujillo en república Dominicana, Batista en Cuba, Pérez Jiménez en Venezuela, Rojas Pinilla en Colombia y por supuesto Franco en España). El carisma del Ché, el deseo de justicia y solidaridad que aparentaba permitió consagrarlo como Santón de una nueva caridad, hasta que se hicieron visibles facetas menos amables de su personalidad, como el famoso Dr. Kevorkian, y sus virtudes se equilibraron con su crueldad, tiranía y radicalismo, con un anormal instinto justiciero como Robespierre y un narcisismo patológico.

Muchos de mi generación, inmediatamente posterior al Hippismo y al nadaísmo, idealizamos a personajes como el Ché, y Fidel Castro, y en su nombre nos hicimos de la vista gorda ante las lacras del socialismo real, hasta que fue imposible justificarlas como simples defectos de una teoría joven. Luego vinieron la perplejidad y el desencanto, una larga crónica de crímenes contra el espíritu y la libertad humanas, y el retorno intelectual al liberalismo burgués: De dos males, el menor. Y por fin apareció un Gorbachov, quien reconociendo la farsa y crueldad de su sistema, lo desmanteló, y la luz volvió a Rusia y a la Europa del Este.

Los esfuerzos por reconstruir los ideales del comunismo a un proyecto razonable, aparte de la barbarie bolchevique y su anarquismo atilesco, por construir una izquierda civilizada, inteligente y decente, son hoy una frustración, por lo menos en Colombia. La izquierda en Colombia sobrevive a sí misma, siempre errática, sin debate autocrítico, proclive a la fragmentación, anclada en el odioso conservadurismo de la ortodoxia Leninista.

Por eso en Colombia, la mayoría estamos tristes por la imposibilidad de reelegir a Álvaro Uribe en la presidencia. Difícilmente en Colombia habrá un presidente igual, un auténtico demócrata, un verdadero estadista. Durante sus 8 años de gestión, Colombia avanzó como 16, porque además es un adicto al trabajo, perfeccionista y honesto consigo mismo. Afortunadamente, su legado ha hecho que la izquierda en Colombia no tenga posibilidades reales de llegar al poder, porque a los colombianos de bien, nos aterra la idea de estar bajo el yugo de un tirano comunista retrógrado com Hugo Chávez y sufrir todo lo que sufre nuestro hermano pueblo de Venezuela.

Sin embargo, todavía en Colombia hay muchos “mamertos”, o sea, idiotas útiles que todavía creen que la solución a los problemas es el comunismo del siglo pasado, los que quieren un estado paternalista por su propia incapacidad, los que atribuyen todos sus males y carencias al gobierno de turno, los que justifican los actos como robo, extorsión, secuestro con el pretexto de la pobreza y la injusticia social, los que sueñan con utopías de igualdad absoluta que no existe ni en las mayores potencias del mundo, los que no cambian la misma perorata refrita de discurso antiyanqui y falso nacionalismo, los apátridas que traicionan a su patria y le hacen mala fama a su país en el exterior. En Colombia, los mamertos se asocian en organizaciones como: guerrillas narcoterroristas, grupos como el "Polo Democrático alternativo" y “colombianos por la paz" y periodistas como Daniel Coronell, Ma Ximena Dussan, Félix de Bedout, Carlos Lozano, Claudia López y otras "joyitas".

Y, el que tenga oídos, que oiga.

Saludos

El Caminante

domingo, 3 de enero de 2010

La perorata de Fernanda

Esta fué la retaíla que Fernanda del Carpio le dió a su marido, Aureliano segundo, nieto de Jose Arcadio Buendía y Ursula Iguarán, primera generación de "Cien años de Soledad", magnífica novela de Gabriel García Márquez:
"y era Fernanda que se paseaba por toda la casa doliéndole de que la hubieran educado como una reina para terminar de sirvienta en una casa de locos, con un marido holgazán, idólatra, libertino, que se acostaba bocarriba a esperar que le llovieran panes del cielo, mientras ella se destroncaba los riñones tratando de mantener a flote un hogar emparapetado con alfiléres, donde había tanto que hacer, tanto que soportar y corregir desde que amanecía Dios hasta la hora de acostarse, que llegaba a la cama con los ojos llenos de polvo de vidrio y, sin embargo, nadie le había dicho nunca buenos días, Fernanda, ni le habían preguntado aunque fuera por cortesía porqué estaba tan pálida ni porqué despertaba con esas ojeras de violeta, a pesar de que ella no esperaba, por supuesto, que aquello saliera del resto de una familia que al fin y al cabo la había tenido siempre como un estorbo, como el trapito de bajar la olla, como un monigote pintado en la pared, y que siempre andaban desbarrando contra ella por los rincones, llamándola santurrona, llamándola farisea, llamándola lagarta, y hasta Amaranta, que en paz descanse, había dicho de viva voz que ella era de las que confundían el culo con las témporas, bendito sea Dios, qué palabras, y ella había aguantado todo con resignación por las intenciones del santo padre, pero no había podido soportar más cuando el malvado de Jose Arcadio Segundo dijo que la perdición de la familia había sido abrirle las puertas a una cachaca, imagínese, a una cachaca mandona, válgame Dios, una cachaca hija de la mala saliva, de la misma índole de los cachacos que mandó el gobierno a matar trabajadores, dígame usted, y se refería a nadie menos que a ella, la ahijada del Duque de Alba, una dama con tanta alcurnia que le revolvía el hígado a las esposas de los presidentes, una fijodalga de sangre como ella que tenía derecho a firmar con once apellidos peninsulares, y que era el único mortal en ese pueblo de bastardos que no se sentía emberenjenada frente a diesiséis cubiertos, para que luego el adúltero de su marido dijera muerto de risa que tantas cucharas y tenedores, y tantos cuchillos y cucharitas no era cosa de cristianos sino de ciempiés, y la única que podía determinar a ojos cerrados cuándo se servía el vino blanco y de qué lado y en qué copa, y cuando se servía el vino rojo, y de qué lado y en qué copa, y no como la montuna de Amaranta, que en paz descanse, que creía que el vino blanco se servía de día y el vino rojo de noche, y la única en todo el litoral que podía vanagloriarse de no haber hecho del cuerpo sino en bacinillas de oro, para que luego el coronel Aureliano Buendía, que en paz descanse, tuviera el atrevimiento de preguntar con su mala bilis de masón de dónde había merecido ese privilegio, si era que ella no cagaba mierda sino astromelias, imagínese, con esas palabras, y para que Renata, su propia hija, que por indiscreción había visto sus aguas mayores en el dormitorio, contestara que de verdad la bacinilla era de mucho oro y de mucha heráldica, pero que lo que tenía adentro era pura mierda, mierda física, y peor todavía que las otras porque era mierda de cachaca, imagínese, su propia hija, de modo que nunca se había hecho ilusiones con el resto de la familia, pero de todos modos tenía derecho a esperar un poco de más consideración de parte de su esposo, puesto que bien o mal era su cónyuge de sacramento, su autor, su legítimo perjudicador, que se echó encima por voluntad libre y soberana la grave responsabilidad de sacarla del solar paterno, donde nunca se dolió ni se privó de nada, donde tejía palmas fúnebres por gusto de entretenimiento, puesto que su padrino había mandado una carta con su firma y el sello de su anillo impreso en el lacre, solo para decir que las manos de su ahijada no estaban hechas para menesteres de este mundo, como no fuera tocar el clavicordio y, sin embargo, el insensato de su marido la había sacado de su casa con todas las adminiciones y advertencias y la había llevado a aquella paila del infierno donde no se podía respirar de calor, y antes de que ella acabara de guardar sus dietas de pentecostés ya se había ido con sus baúles trashumantes y su acordeón de perdulario a holgar en adulterio con una desdichada a quien bastaba con verle las nalgas, bueno, ya estaba dicho,  a quien bastaba con verle menear las nalgas de potranca para adivinar que era una, que era una..., todo lo contrario de ella, que era una dama en el palacio o en la pocilga, en la mesa o en la cama, una dama de nación, temerosa de Dios, obediente de sus leyes y sumisa a sus designios, y con quien no podía hacer, por supuesto, las maromas y vagabundinas que hacía con la otra, que por supuesto se prestaba a todo como las matronas francesas, y peor aún, pensándolo bien, porque estas al menos tenían la honradez de poner un foco colorado en la puerta, semejantes porquerías, imagínese, ni más faltaba, con la hija única y bienamada de doña Renata Argote y Fernando del Carpio, y sobre de este, por supuesto un santo varón, un cristiano de los grandes, caballero de la Orden del santo sepulcro, de esos que reciben directamente de Dios el privilegio de conservarse intactos en la tumba, con la piel tersa como raso de novia y los ojos vivos y diáfanos como las esmeraldas"
"-Eso sí no es cierto- la interrumpió Aureliano Segundo-, cuando lo trajeron ya apestaba."
¡Sencillamente, sensacional! Este tipo de escrito son sólo posibles en la letra de Gabo; la inteligencia, la rapidez, la mordacidad y el humor de él, son geniales.
Es mi segunda vez en la vida que me leo Cien años de soledad, pero debo reconocer que la primera vez que lo leí, no la gocé tanto como ahora, y seguro que la volveré a leer otra vez más adelante.

Salud para todos y feliz año.

El Caminante